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sábado, 2 de enero de 2010

CUIDADO CON LO QUE DICES

Algunos creen que las groserías son la máxima manifestación oral de odio hacia otras personas. Ellos están equivocados. En una ocasión escuché que alguien decía: -las malas palabras no existen, sólo existen las malas intenciones-. En aquel tiempo, ahora y seguramente después le di, doy y daré toda la razón. Y es que es cierto, si uno ve a alguien que estima mucho después de un lapso de tiempo razonable, lo primero que le dice es: -¿Qué pasó cabrón cómo estás?-. Ese cabrón significa mucho en el lenguaje común. Piénsalo y seguramente me darás la razón. No ofende a nadie ni mucho menos denota algo más allá. Es sólo el reflejo de un sentimiento de gusto hacia la otra persona.

Esto que expliqué arriba es muy fácil, pero oh! Complejos. Si uno se refiere así hacía una persona mayor viene el regaño. ¿Qué es lo que te pasa, por qué le dices así? Y peor aun cuando se trata de posiciones sociales distintas. ¿A caso me parezco a ti como para que me hables de tú? Sólo se trata de complejos, complejos y más complejos. Es realmente absurdo esto que planteo, pero sucede. Muchas personas se cuelgan de su posición social o económica sólo para hacer menos a los demás. Curioso o no, eso pasa.

Lo que comento no sólo se refleja en la cuestión de las delimitaciones sociales. Además, ocurre en casi todos los campos profesionales. De tal suerte, un político debe medir con instrumentos de laboratorio todo lo que dice en un debate, discurso et caetera.

Señores, ¿qué sucede? La libertad de expresión está totalmente coartada y secuestrada por los adultos y por los influyentes. Pero saben, pensándolo bien es cuestión de pose. Uno habla con palabras rebuscadas sólo para quedar bien ante algunos. Eso es realmente aburrido, rebuscado y antinatural.

¿Por qué no poder hablar como a uno le satisface? Por miedo, miedo a que los demás te volteen a ver de un modo anormal, por temor al qué dirán. Por favor, los demás sufren lo mismo que tú. Ellos tampoco dominan el lenguaje a placer. Por tanto no tengas miedo de decir las cosas como vengan. Si te equivocas, no pasa nada. Tal vez una que otra mirada pesada, no más. Si vistes o comistes o llevastes tampoco sucede nada. Lo importante es que te entendieron. Y claro que sí, estás en uno de los peores errores lingüísticos, pero te entendieron y esos mismos errores sólo ponen a prueba la sensibilidad y humildad del receptor del mensaje.

Hay veces que las palabras significan mucho para el receptor así como para el emisor. Así un “te quiero” o un “maldito” pueden ser las que le hacen el peor o el mejor de los días a uno de los dos. Las palabras son la mejor manera de comunicarse, entonces hay que tratar de utilizar las palabras correctas en el lugar correcto. Y ya que si es cierto que un hecho vale más que mil palabras. Un acepto frente a un altar cambia toda la vida.

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