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domingo, 12 de septiembre de 2010

Mis cartas

Tenía nueve años, andaba más o menos por cuarto quinto de primaria. Como todos los demás niños veía Dragon Ball y comía Cheetos que para ese entonces costaban 1.50. Tenía mi grupito de amigos a los que todavía recuerdo con mucho gusto e igualmente recuerdo muchas cosas que jamás podré olvidar como las tardes sabatinas maratónicas que pasábamos jugando Mario además de las tardes de media semana jugando fútbol en la cancha de la escuela o nuestra afición a la maestra de computación. Ahora que lo escribo me acuerdo, rio y sonrío.


Se acercaba el 14 de febrero, para algunos de nuestros compañeros era una fecha clave ya que por ahí se estaban cocinando unas relaciones de noviazgo que para nosotros no significaba más que una putada porque hasta ese momento las mujeres de nuestra edad, mas bien niñas no significaban casi nada. A la mensa de la maestra se le ocurrió que para ese día le escribiéramos una cartita a alguna compañera que “nos gustara”. Ey momento ¿Que a mí me gustara una del salón? Ni madres, a mí me gustaba la de computación. Francamente unas tres semanas antes de la fecha clave yo me encontraba realmente nervioso puesto que veía que casi todos los demás ponían cartitas y más cartitas en la caja y yo nada que me atrevía a hacerlo. Inclusive el más teto de los del salón echó su cartita y todos sabíamos a quién iba dirigida esa cartita.

El teto del salón acababa de llegar a la escuela en ese grado, seguramente hubiera sido uno más sino es que al muy babas se le hubiera ocurrido declarársele a la bonita del salón, osea a Stephany. Ella era una niña que apantallaba, que a sus doce años todavía iba en la primaria porque había reprobado una o dos veces tercero. Para su edad ella parecía saberlo todo de todo de todo. No había tema en el que no metiera su cucharota, tal vez porque ya salía con los de la secundaria o porque había pasado tanto tiempo en la primaria que ya conocía las mañas de las misses.

Nosotros como amigos gozábamos de una reputación de niños de nueve, nunca de diez ni de diplomas por nuestras indisciplinas, además todos aparentábamos estar bien educados, solíamos estrechar manos de manera fuerte, decir los buenos días a todas las personas y pendejadas de clase media. Faltaban dos semanas para el pinche 14 y yo sin una cartita, pasó el lunes, pasó el martes y llegó el miércoles. Ese mismo día en la tarde se me ocurrió una idea magnífica, grande, compleja, completa, infalible e inflamable por así decirlo. Por la mañana la cajita esa tuvo que ser suplida por una mucho más grande puesto que las cartitas eran demasiadas y ya no cabían así es que me dije a mí mismo: ¡Ey ahí está la oportunidad! Se me ocurrió juntar a los cuates y proponerles escribir unas diez cartas a todas las niñas del salón a nombre del teto, como esas serían a compu pues nadie iba a saber quién las había escrito, nadie más que nosotros.

Esas cartas habían sido escritas en su mayoría por mí y revisadas por todos los demás el sábado siguiente mientras juagábamos Smash Bros. Tenían un contenido muy de secundaria, la verdad es que personalmente había vomitado todo lo que tenía que decirle a la maestra de informática a través de las cartas esas, por supuesto en ninguna de ellas les proponía matrimonio o algo semejante sino que les hacía ver los hermosas que ellas resultaban para mí, o mas bien para el teto puesto que el autor era él y nadie más.

Los cuates estaban sorprendidos de cómo es que había redactado todo eso, por mi parte aparentaba lo mismo cuando leía lo que ellos había escrito. El lunes siguiente pasó todo lo que tenía que pasar: matemáticas, historia, español, inglés y por supuesto las piernas largas de la maestra de informática. Para mi sorpresa antes de que terminara español la miss Martha me dijo que quería hablar conmigo. Yo estaba pensando lo peor, creía que “mis amigos” me habían traicionado, me preguntaba cómo me iba a zafar de esa y no se me ocurría otra que pensar en mi mamá sentada en la oficina de la directora. Sonó la campana que anunciaba el recreo y la maestra me detuvo, insegura y rápidamente le pregunté a la maestra que si sucedía algo. Ella sólo me dijo que notaba en mí cierta pena por la onda de las cartitas. Yo con el semblante restablecido le dije que no pasaba nada sólo que no tenía a quién dársela porque yo tenía mi novia en el club (cosa totalmente falsa). La miss Martha me respondió que sólo se trataba de una actividad escolar y que tenía que participar de algún modo, al final me obligó a escribirle una carta a ella para que no dejara de ser parte del grupo, cuestión que en sí me valía madres.

Salí al recreo y todos me preguntaron qué era lo que había pasado y yo respondí como hasta ahora lo hago: Nada. Ese mismo recreo planeamos cómo íbamos a poner las cartas dentro de la caja. Tuvimos que hacernos aliados de Lazarito, que en ese entonces era el conserje y arbitro de los encuentros futbolísticos intramuros. Él nos dejó subir al salón supuestamente por dinero para comprar algo en la cafe y así era puesto que al idiota de Coello se le había olvidado y nadie de nosotros traía para prestarle, así ese instante se volvió el perfecto para que sacara las cartas de mi mochila y las pusiera dentro de la caja. Subió y bajó como en cinco minutos con excelentes noticias LAS CARTAS ESTABAN EN LA CAJA.

Una semana más y llegaba el 14, todos en la secundaria estaban preparando los chocolates y los globotes esos que no sabía cómo se llamaban. A los poco racionales se les ocurrió la idea de decirles a unos que se creían músicos de la prepa que si podían tocar algo semejante a una serenata a alguien en especial a cambio de diez pesos…por mí parte llegué el día martes con un dolor de estómago fatal debido a los nervios que sentía porque ya traía mi cartita dirigida a la miss. Fue hasta antes de medio día que me atreví a levantarme de mi banca, sacar la carta de mi mochila, guiñarle el ojo a la miss, ver la cara de incredulidad de mis compañeros y depositarla dentro de la caja. Misión cumplida.

Llegó el 14 de febrero, en todos los semáforos vendían corazones gigantes con leyendas propias al día, chocolates, ositos de peluche de mal gusto y un chingo de cosas más. Llegué a la escuela en inmediatamente subí al baño porque ahí suponía ser el lugar de encuentro de todos nosotros. Todos teníamos cara de preocupación, sabíamos que algo iba a salir mal. El viernes anterior la miss había dicho que íbamos a dar las cartas hasta después del recreo para que no anduviéramos distraídos en clase, eso nos daba tres horas más de alivio. Comenzó el recreo y ninguno de nosotros sabía qué hacer puesto que estábamos realmente nerviosos por ver la cara del teto o mas bien la nuestra.

Terminó el recreo y nos formaron para que subiéramos a nuestros respectivos salones. Distancia por tiempos 1 2 3. Media vuelta por tiempos. 1 2 3. Marchamos hasta nuestros salones y comenzó nuestro pase a la dirección. Para nuestro alivio llegaron los fresas de la prepa y cantaron a manera de serenata unas seis canciones, todas habían sido para Stephany menos una, esa una había sido para la más fea del salón de parte del teto (a otro se le había ocurrido mi idea).

Ahora sí había llegado el momento de la verdad. Comenzó la repartición de las cartas, la mugre Steph tenía un montonal de ejemplares, unas hasta tenían fotitos y dibujos chafas de paint. Siguió la maestra con su voz anti-angelical entregando de manera burlona los sentimientos de todos nosotros, para mí hubiera sido perfectamente normal si no hubiera recibido ninguna carta puesto que no tenía ninguna conquista y para los cuates esas eran mariconadas. Pues ya a la mitad de la cajita comenzó la debacle, sorpresivamente tenía 6 cartas en mi poder…la verdad es que no podía saber de quiénes eran puesto que me hubiera visto como una niña frente a mis amigotes mas me comía la impaciencia por saber quiénes eran aquellas a las que les parecía guapo o simplemente quién me quería brindar su amistad.

No me aguanté y mientras el monstruo ése seguía burlándose de nosotros abrí una carta a escondidas. Todavía recuerdo lo que decía aquella carta llena de faltas de ortografía pero con una caligrafía que daba envidia, obviamente y por cautela no debo transcribir lo que en ella decía, ahora sólo puedo decir que era del teto. En resumen nos había mandado a todos nosotros una carta diciéndonos que quería ser nuestro amigo y que haría lo que fuera por serlo, obviamente nosotros no estábamos dispuestos a pedirle nada. Terminó la entrega y resultó que el teto le había mandado cartas de amor a casi todas las compañeras, él bajó la cabeza, se tapó la cara y comenzó a llorar sin que ningún consuelo pudiera ayudarle. Mientras lloraba, gritaba que él no había hecho eso, decía que sólo nos había escrito a nosotros para que lo aceptáramos como amigo.

La maestra arrepentida de la dichosa cajita comenzó a darnos un sermón que a mí sí me pegó hasta el fondo, nos dijo el porqué teníamos que desenmascarar al cobarde que había hecho eso puesto que de lo contrario a todos nos correrían de la escuela. Para nuestro infortunio lo que significaba un secreto de amigos, se había convertido en un secreto a voces. Seguro alguno de nosotros había dicho algo para vanagloriarse a sí mismo. Así fue como fuimos a parar con la temible miss Yola. Ella era la peor de todas las maestras, era un sinónimo de suspensiones y reportes. Nos interrogó uno por uno tipo ministerio público y no encontró falsedad en nuestras declaraciones, todos dijimos lo mismo a nuestro favor.

Ya eran casi las dos de la tarde y eso significaba que teníamos que ir al entrenamiento, sólo así nos dejaron ir puesto que para la escuela hacer deporte significaba un pilar importante para la formación integral. Salimos del entrenamiento cada quien se fue a su casa. Ya en mi habitación abrí las cartas que no había abierto, al final supe que le parecía bonito a 3 compañeras de otro grado. Al otro día en la mañana ni siquiera nos dejaron entrar a clases e inmediatamente siguieron preguntándonos por las dichosas cartas, para nuestra suerte todos seguimos en nuestro dicho. Pasaron los cuestionamientos e inmediatamente mandaron llamar a la dirección al teto, él habló con la miss Yola y acordaron seguir investigando quién había sido el que había tramado el malévolo plan. Siguieron los días y con ellos nuestro nerviosismo pues seguían indagando acerca de las cartas, eso no paró hasta que la travesura llegó hasta oídos del padre y él reunió a los directores de todas las secciones. Mientras platicaban acerca del tema, fueron interrumpidos por uno de los que estaban tocando las serenatas. Él explicó que había hablado con un niño de primaria y que él le había dicho que le tenía un preparadas un par de bromas al teto porque simplemente le caía mal, una de ellas constaba en darle una serenata a Steph a su nombre y la otra era una sorpresa. De manera inmediata la miss Yola supo entender y entrelazó que el que había planeado y ejecutado todo eso había sido Gutiérrez, del que sólo esperaba una acción de este tipo para correrlo de la escuela.

Así fue como Gutiérrez negaba y negaba lo de las cartas hasta que no le quedó mas que aceptarlo ya que de manera contraria no se le daría la carta de buena conducta que tanto pedían para entrar a otra escuela. El teto ya se sentía tranquilo y relajado puesto que todas las niñas sabía que había sido Gutiérrez el que había tramado todo. Pasó el huracán y habíamos salido vivos pero no todo había quedado bien puesto que esa amistad se rompió ya que tres de mis amigos se había ido de la ciudad abandonándonos.

Llegó el siguiente año, y con él las libretas nuevas, los cuadernos profesionales, una nueva libreta de tareas, el nuevo uniforme, y las nuevas amistades…ahora el teto ya era parte de nuestro grupo, la miss de computación se había casado, la miss Yola había ascendido de puesto, el equipo de soccer cada vez iba mejor, mis papás se estaban separando, mi hermano iba a la preparatoria y yo todavía no tenía novia

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