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jueves, 10 de junio de 2010

Binomio: estudiante-maestro.

La sociedad de los poetas muertos es un trabajo bien logrado que lejos de tener efectos especiales espectaculares ofrece interpretaciones de personajes realizadas de manera excelente. Con un guion poco complejo y demasiado inteligente, la película muestra a un grupo de estudiantes conservadores destinados al éxito laboral con ansias de conocer y aprehender, con estándares académicos altísimos, con reglamentos de honor y costumbres de comportamiento totalmente arraigadas.

Ahora bien ¿Qué sucede cuando te enfrentas a algo desconocido? Generalmente y por regla te llenas de miedo y eso es justamente lo que sucedió con los alumnos que ejemplifican dicha película.

Uno como estudiante está acostumbrado a esperar al profesor prototipo, es decir, aquel que porta un par de zapatos lustrados a la perfección, calcetín del mismo color que el cinturón, pantalón y camisa perfectamente planchado entre otras. Pero, ¿Qué si ese mismo profesor te ofrece una perspectiva totalmente distinta a la que estás acostumbrado?, ¿Qué si esa persona que te enseña un concepto que aparentemente sólo se aprende en un libro?, ¿Qué si te enseña a aprehender? Pues bien, ese profesor puede cambiar tu vida, esa persona que ves como un guía te demuestra cómo puede ser tu vida, te da lecciones de tí como persona, te hace reflexionar hasta un punto de contemplación.

Saben una cosa, así me sucedió a mí. Estuve en un colegio de corte católico extremista, esto es, del Opus Dei, dicha institución se levanta con la bandera de los valores y la escuela aristotélica. En esa institución me acostumbraron al rezo diario, a escuchar, disciplina, reglas de comportamiento social, liderazgo y muchas otras cuestiones que sólo sirven para aparentar en sociedad. En fin, pasé cinco largos años en el colegio, ya para el último año conocí al que sino es mi motivación, significa un parte aguas en mi vida académica.

Mi profesor de filosofía me demostró cómo tener la razón, me enseño a no hacer menos a los demás, a respetar el peor de los comentarios y lo más importante de todo: a ser yo mismo. La sociedad de los poetas muertos es la clara muestra de cómo una persona por mas enfatizado que esté en un modus vivendi puede hacer conciencia y llegar a un grado de entereza somática-espiritual que nunca antes hubiera pensado. Es cierto que las condiciones exteriores tienen mucho que ver con la situación de aprehensión de las personas, no obstante soy de la idea que las pasiones rompen esos paradigmas, pues basado en un concepto de Nietzsche (el poder de la voluntad) he enfatizado y estoy seguro al cien por ciento que uno como persona puede determinar sus acciones y pensamiento pues como individuo la única restricción que se tiene es a uno mismo, es decir, yo me impongo barreras, tal vez necesarias o tal vez no. No obstante, dichas barreras sólo se romperán cuando la persona lo quiera. De tal suerte, podemos ver en el filme cómo es que un alumno que estaba determinado a la escuela de medicina encuentra su pasión en el arte, en aquel arte de la interpretación teatral.

Ahora que escribo esto se me ocurre hacer una distinción entre maestros y profesores. Por cuestión de título tal vez todos y cada uno de los docentes son profesores y por cuestión de merecimiento pocos son maestros. Un maestro es aquel que te lleva de la mano a un concepto para poder aterrizarlo en el plano material; un profesor es el que se limita a enseñar y a cobrar horas efectivas.

Creo que en sí ahora me doy cuenta sobre qué debería versar la cuestión de la trascendencia para un maestro. Sí, en darse por enterado que al menos uno de todo el montón de irracionales que estamos sentados oyendo al que está parado enfrente se ha dado cuenta que no basta con oír sino de escuchar.

Sería vergonzoso y repetitivo tratar de hacer un análisis de la película y sus personajes porque pues yo no soy crítico de cine ni mucho menos. Lo que sí puedo hacer es comentar mis impresiones acerca de la misma: Esa película la había visto en dos o tres ocasiones anteriormente, un gran amigo me decía que era el claro ejemplo de pedagogía. Al menos él planteaba que era como un deber ser. Sin embargo, un diálogo de la película me puso a pensar demás y lo planteé de la siguiente manera: En un ejercicio empático el profesor se siente decepcionado por el alumnado que tiene, pasan los años y se vuelve mañoso. Se sienta, pasa lista, da la clase, pregunta si alguien tiene dudas y fin. Eso me parece normal pero, ¿Será cierto que un profesor no debe dar todo el contenido a sus bestias? Pues sí porque a veces me siento y observo, con el único objetivo de análisis…obteniendo un resultado por todos conocido.

En sí la película no es para un público popular, ya que da una lección de una manera demasiado cruda y que si bien no está llena de simbolismos cuesta trabajo tomar esta película como debería serlo puesto que se puede tomar una actitud totalmente pedestre y llegar a la conclusión más absurda de todas (en cuestión artística), que es: “pues me pareció bien”.

Como todo en la modernidad, las cuestiones artísticas también están apegadas a la relatividad y hablando de este tema me gustaría concluir con una cuestión geométrica que aplica para el campo epistemológico. La cinta de Moebius es un artefacto que aplica para la infinitud y la relatividad de las cosas. Aquí aplicaría para ejemplificar el eterno retorno de lo infinito, no obstante sería más adecuado ilustrar o retomar este artefacto para las cuestiones de impresión personal. Así el comentario que quizá parece más absurdo, en la cinta, estaría altamente cerca de estar en el comentario más elaborado y objetivo. Creo que no queda del todo claro, pero lo que quiero decir es que no debemos tener a prioridades con las personas pues su contenido, quizá sea muchísimo más coherente y lógico de lo que esperamos. Con premisa en lo anterior remato con la afirmación: La cuestión de la relación maestro-alumno debería tornarse interpersonal, para ello necesitamos ser alumnos con alto grado de conciencia, misma que en muchos de los casos jamás será alcanzada.

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