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domingo, 20 de diciembre de 2009

Despedidas

Con estas palabras inicio lo que este ensayo dictará: las despedidas. Nunca digo adiós a nadie. Nunca dejo que las personas más cercanas a mí se vayan. Me las llevo conmigo adonde vaya. Puertas se abren. Puertas se cierran y no somos más que eso. Sólo personas. Sólo uno más. Uno menos. Un ciclo. Temporales. Susceptibles.
Tras veinte años de vida y quince de conciencia me doy cuenta que una de las cuestiones más importante de los seres humanos son las relaciones sociales. En específico los noviazgos y las amistades. Los primeros denotan, como ya he dicho en anteriores ensayos, grados altísimos de empatía y reflejan sentimientos muy escondidos en las personas. Las segundas son para mí las más importantes dentro del presente de cada uno de nosotros.
De tal suerte hay muchos tipos de amigos. Los de la cuadra, los de la escuela, los del juego, los del club, los de la peda (que casi siempre son los de la escuela) entre otros. Con cada uno de ellos se forma una relación especial. Algunas veces de dependencia, algunas otras sólo de conveniencia.
Por supuesto todos hemos tenido en distintos tiempos de la vida amistades de las cuales decimos que cada segundo con ellos o ellas vale la pena. Con posterioridad sucede algo y las circunstancias ya no son las mismas y de repente ese gran amigo deja de serlo. Quizá una novia, tal vez las distancias o inclusive una disputa. ¿En qué termina todo? En una despedida.
La despedida es la sensación más cruda de las relaciones personales. No estoy hablando de un hasta luego o un hasta pronto sino de un seco adiós. Cuando uno está en ese preciso momento y se despide de alguien sabe que quizá nunca más lo volverá a ver. Sí, por supuesto recibirá alguno que otro correo pero nada más. Me ha pasado y seguro que muchos de ustedes me van a dar la razón. Se siente un vacio inmenso. La sola idea de pensar en no volver a ver a una persona que estimas da pánico. La cuestión del noviazgo la quiero dejar de lado ya que además de ser un tema más extenso, ahí sí cuentan más las experiencias personales.
Amigos, parejas, novios, novias. Todos ellos son temporales. Sin darte cuenta, dejas de verlos, de estar con ellos y sin querer pierdes ese sentimiento que te hacía sentir bien. Sí pasa, a mí me ha pasado. Dejas de ver a esos grandes amigos por un tiempo, uno o dos años quizá. Los vuelves a ver y te das cuenta que las cosas han cambiado. Que tus y sus prioridades cambiaron, que ya no eres o es como antes eran. Ya no es lo mismo. Los años nos cambian, nos vuelven personas distintas, menos sinceros que antes.
Aun así amigos son amigos y aunque los dejes de ver por un tiempo o sientas que te han desplazado por sus parejas no dejes de acordarte de ellos. Aunque les envíes correos y ellos no te contesten, no pasa nada. Si en verdad consideras que son parte importante de ti búscalos, llámales. Es en serio, una llamada de una persona que por alguna situación dejaste de ver te puede cambiar el día.

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