Pasó un mes y los encuentros nocturnos de fin de semana se hicieron frecuentes, llegamos a un punto de “amistad” tan grande que ella dio el paso a cuestionarme lo que ninguna mujer debe preguntarle a un hombre que tiene educación de la calle como yo, y esto es: ¿Qué somos? Desde que me externó esa inquietud yo supe que quería tener una relación más seria conmigo y la verdad es que yo me tomé de eso para hacerle pasar un infierno a alguien que solo quería estar conmigo.
Mi actitud, que desde un principio comenzó con poco interés, se volvió bien propositiva con ella para su infortunio. Ella pensando que un hombre como yo se iba a fijar en alguien como ella. Sí, a mí lloviéndome mujeres y ella con su creencia que iba a cambiar. Ahora me da miedo tan solo pensar en eso, antes me daba risa que se volvían carcajadas el hecho de haber jugado con los sentimientos de esa, una mujer que solo quería quererme.
Debo confesar que mis amigos me ayudaron a tomar decisiones en mi aparente relación con aquella mujercita, ellos me decían que la maltratara puesto que era bien payasa y merecía pasar un mal tiempo, quizá como el que hizo pasar a muchos tantos hombres o quizá no. Pues bien, mientras ella intentaba enamorarme con todas las artimañas que las mujeres tienen, yo me defendía con mi ego de padrotito.
Contarles las vergüenzas que le provoqué sería tanto como publicar un manual de cómo hacer llorar a una mujer los 365 del año, sin embargo me retraigo a narrarles una de las tantas cosas que le hice. En una ocasión habíamos acordado vernos en un lugar puesto que íbamos a concretar unas cosas, esa misma tarde tenía la verdadera intención de estar con ella y pasar un rato agradable sin embargo se me cruzaron dos llamadas para ir con otra al mismo lugar. Pues bien, una vez ella dentro del lugar me aparecí con alguien más y la verdad es que no se me ocurrió pelarla en toda la noche. Bien o malhecho la verdad es que ver su cara de decepción me confortó.
Pues como cualquier persona cuerda ella decidió sin más ni más cortar nuestra relación de manera súbita. No creo merecerme eso si la verdad me comporté como un caballero, no hice sino lo único que sé hacer. Me cuesta un poco de trabajo reconocer que la perdí como se pierden unas llaves (nunca las vuelves a encontrar) y ahora no me queda de otra que buscarla y dejarle mensajes en el buzón de voz. Yo sé que más temprano que tarde ella contestará y volverá a caer enamorada una y otra y otra vez hasta que la vuelva a decepcionar. Quizá cambie o quizá no, esa es decisión mía y de nadie más. Por el momento tengo que cortar el relato porque quedé de salir con la mejor amiga de mi novia y está tocando el claxon insistentemente.
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