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miércoles, 19 de enero de 2011

No me molesten más

Era yo un niño que aparentemente tenía problemas de socialización, uno de esos que nunca escogen para el fut del recreo, al que sólo los niños bien educados saludan por educación, de los que causan ternura mirar, con una voz bajita y delicada, con la piel tan blanca como la nieve con unos lentes que causaban sorpresa por su espesor.

Los peores años de mi vida fueron esos seis pinches largos ciclos en la primaria. Los maestros no me tomaban en cuenta e inclusive hasta las compañeras se burlaban de mí con tanto esmero que hasta he llegado a pensar que su única motivación para ir de lunes a viernes al colegio era joderme la vida. Hasta la directora, quien era una amargada, pensaba que mi estancia en cualquier escuela iría en la misma tónica que en aquel infierno infantil.

Mamá por su cuenta era de las pocas personas que confiaban en mí, era obvio que defendiera a capa y espada a su bebé. Por su parte creo que a papá sólo le causaba lástima y hasta pena ya que él era un gran ingeniero con reconocimiento en esas esferas y lugares donde sólo las personas de alcurnia asisten. Además de los pendejos de mis compañeros mi papá era el enemigo público, donde quiera que me veía le gustaba regañarme y hacerme menos a mí, su propio hijo. Con el tiempo me fui acostumbrando a los maltratos e insultos llenos de rencor hasta que un buen día el Señor lo llamó a sus terrenos donde seguramente no fue recibido.

Mis hermanos ni mencionarlos, ellos eran los que debían ayudarme y ni madres. Los muy ojetes sólo me hacían menos presumiéndome su íntima relación con mi padre y sus vidas llenas de éxitos rotundos. Nunca comprendieron mi situación vital, jamás se enteraron que nuestros estilos de vida eran diferentes y que yo simplemente aspiraba a tener otro tipo de bienestar, muy distinto al de todos los demás.

Regresando a la infierno de la primaria, yo era el blanco de todas las burlas y bromas. A mí me pegaban chicles en la banca y me tiraban los libros, me rayaban los cuadernos y además de todo los que hacían todas esas artimañas se lo hacían entre ellos y siempre me responsabilizaban a mí. El hecho de recordar todas esas cosas me dan risa, enumero a cada uno de mis compañeros y me repito lo que mi padre solía decirme: -No sirves para nada-.

Ahora han pasado los años y yo sigo con mi inestabilidad emocional, sin embargo me consuelo viendo a mi padre bajo tierra y a todos aquellos que me hicieron daño sufriendo por sus cuestiones maritales, económicas, crediticias y laborales. Sí, confieso haber sido un menso y confieso también haber sentido todos esos desprecios pero lo que jamás podré entender es porqué el Todopoderoso me llevó a su lado.

He estado pensando que el espacio temporal de las buenas almas es considerablemente más corto que el de los demás, quizá Él ya no quería que siguiera siendo lastimado y humillado. Me gustaría estar vivo tan solo por un minuto para hablar con mi madre y decirle todo lo que nunca pude decirle. Personas que me quisieron y me hicieron daño, este es un epitafio que estoy dictando puesto que sé porque he platicado con Él que ha llegado el momento de la verdad.

Hasta luego, no me molesten más.

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