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martes, 16 de noviembre de 2010

La de la colita de caballo

Recién llegué a tercero de primaria mi vida cambió de manera radical, algunos acontecimientos familiares hicieron que mi sentido del humor cambiara a que las risas-sonrisas se volvieran pura seriedad. En la escuela todo seguía igual hasta que llegó la niña nueva al salón. La verdad es que desde el primer día que la vi me causó asombro porque simplemente no conocía a nadie que se vistiera así. Yo estaba acostumbrado a la rebeldía y ver a una niña que usaba zapatos con agujeta perfectamente lustrados, calcetas blancas con rombitos decorativos, falda que llegaba casi hasta los tobillos, blusa abotonada hasta el cuello y un sweater que fácilmente le rebasaban sus frágiles manos me parecía una completa broma. Como era de esperarse las notas de aquella niña, que a la postre sería mi primera amiga, eran de dos dígitos. Matemáticas 10, Español 10, Inglés 10, Computación 10… la verdad es que su boleta de calificaciones era muy aburrida, era algo parecido a una montaña rusa recta donde no había emocione, ni subidas ni mucho menos bajadas, simplemente era 10, 10 y 10.


Como es de suponerse ella era el target de todas las burlas y desprecios de los compañeros por diversas razones. La primera era por su faldota y en general por la manera cómo usaba el uniforme, la segunda porque era la favorita de las maestras, aquellas maestras que a mí me llegaron a odiar por interrumpir sus clases de manera constante y la tercera porque sus mamá se la pasaba en la escuela de queda-bien con la directora, cuestión que entre todas las otras madres no era agradable. Debo confesar que desde niño tengo afinidad con las mujeres que usan cola de caballo, ahora pienso que si aquella amiga mía no fue objeto de mis burlas era por su hermoso detalle. En aquel tiempo por la cuestión que mencioné en el primer párrafo me volví insoportable en la escuela hasta el punto de llegar a ser el líder en reportes por conducta.

Lo más chistoso de la niña era su cara, decir que era tan fea como la de deportes sería una mentira porque eso es imposible y no es tanto que fuera bonita o no sino que tenía un aspecto de serenidad que a todos y en especial a mí me causaba un llanto precedido de carcajadas ocultas. ¿Cómo el líder en reportes y el primer lugar en el cuadro de honor se hicieron amigos? Sólo las circunstancias pudieron lograrlo. Todo comenzó con su inutilidad en clase de educación física, donde yo era el que ponían hasta adelante. Digo inutilidad porque a veces le costaba trabajo correr y cuando lo hacía de manera enérgica tropezaba con sus mismas piernas. Lesión tras lesión la maestra se dio cuenta que era imposible que ella pudiera seguir por sí sola en clase y de manera espontánea se le ocurrió la malévola idea que todos los ejercicios en parejas los hiciéramos ella y yo, cuestión que me parecía pésima porque ahora todos me asociaban con ella.

Ahora debo agradecer a la miss de deportes y a mi amiguita porque de no haber sido por ella seguramente me habrían corrido de la escuela, después del plan aquel las maestras de las demás asignaturas me trataban como a los demás simplemente porque era el mejor amigo de la niña que todos hubieran querido tener por hija. Aquella relación de amistad al principio fue muy compleja puesto que a sus papás les parecía pésima idea que el peor de los niños fuera el compañerito de su hija, cuestión que después de un par de meses cambió porque se dieron cuenta que en sí no era rebelde ni malo sino sólo un niño distinto a su hija. Para acabarla de joder éramos casi vecinos y los papás de mi ratón (así le decía yo) se enteraron que no hacía tareas por lo tanto idearon que realizáramos la tarea juntos y así ella no estaría sola toda la tarde y yo simplemente haría las tareas.

Aquel plan tenía doble intención, aparentemente el ratoncito tenía problemas de socialización y le costaba lágrimas no tener ningún amigo y digo cero amigos. La onda esta de las tareas vespertinas y su avance notorio en la clase de deportes nos hizo como la telenovela, amigos por siempre. Sus papás le prohibían las caricaturas y las series pero como ellos estaban muy ocupados haciendo dinero para su única hija la nana fue la que nos supervisaba hasta que se cansó de eso y se hizo nuestra cómplice por las tardes.

Nos hicimos tan buenos amigos que los del equipo se quejaban de nuestra desunión por mi “nueva amiga”, la verdad es que me valía porque sin que nos diéramos cuenta nos hicimos al otro. Yo cambié mis notas en la escuela y si bien no eran de cuadro de honor pues ya mínimo no había reportes constantes y ella simplemente comenzó a entender que sus papás no eran la verdad universal y que así como pasaba el tiempo ella iría tomando sus decisiones.

Crecimos y ella seguía con sus notas altas, yo cambié de colegio y nos separamos un tiempo. Ambos ganamos con el otro puesto que si no hubiera sido por mí, ella seguramente habría desarrollado problemas de esos que estudian los psicólogos y yo simplemente no hubiera sido aceptado en otro colegio.

La distancia, los tiempos y la costumbre nos separaron un tiempo puesto que cambiamos de colegio y lo que hacíamos por las tardes simplemente dejó de ser. Yo pasaba la mayor parte del día en la escuela y ella comenzó a tomar cursos de arte. Conoció amigos nuevos y siguió su vida de esplendor. Si bien es cierto que en principio yo la ayudé con sus cuestiones motrices hace unos cinco años ella fue mi impulso y bastón para salir de un problema personal tan grave como la costumbre a las drogas. Todavía cuando voy a mi ciudad natal la busco con esmero y ahínco para juntarnos a ver televisión como cuando éramos niños, yo con mi vida y ella con su cola de caballo aunque sus papás no estén de acuerdo.

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