Vistas de página en total

jueves, 12 de agosto de 2010

Volví a perder.

Hace un par de años conocí a la que suponía sería la mujer de mi vida. En principio me daba mucha pena hablarle, para mí ella personificaba toda la palabra “mujer”. Físicamente es muy alta, con unos ojos impredecibles, una nariz no tan afilada, un cabello más largo que el de Daniela Romo y un corazón que me pedía a gritos amarlo.

La primera vez que le intenté hablar ni siquiera volteó a verme, la segunda y la tercera ocasión fue igual. No me desesperé mas sí me dolió que me haya hecho eso ¿Qué no se daba cuenta que yo hubiera dado todo por ella? ¿Qué no se notaba que estaba perdidamente enamorado de ella? Creo que en ese momento no. A tal grado llegó su molestia conmigo que me pidió de manera tajante borrarla de mis contactos, en fin. Yo desesperado y ella negada a mi amor.
Pasaron ocho meses y yo seguía con la firme intención de buscarle la cara, de sacarle una sonrisa, de tener contacto visual con ella. Para mi sorpresa llegó el momento en que mi mejor amigo y el amor de mi vida formaron una amistad bien padre, en donde ambos se ayudaban en lo que podían y claro está que yo tenía que aprovechar esa circunstancia.

En mayo comencé el acercamiento, ella obviamente no podía negar mi presencia puesto que todo empezó como amigos. Pasó el tiempo y con ello comenzaron los detalles de mi parte. Una rosa por aquí, una rosa por allá, una comidita, un arreglo de flores y hasta una serenata. Algunas veces fuimos a tomarnos algunas copas por ahí, algunas otras fuimos a comernos todo lo que nos encontrábamos. En nuestras salidas llegaron a haber besos, abrazos, muestras de cariño, muestras de afecto y por ende muestras de amor.

Temí por mucho tiempo hacerle saber mi amor, sin embargo creo que era obvio lo que yo sentía hacia ella. La llegué a amar sin siquiera tenerla entre mis brazos, me molestaba de sobre manera que se refirieran mal de su persona, trataba de serle fiel en todos los aspectos. Nunca me menospreció una salida, a veces me dejaba robarle algún beso, siempre compartimos los gastos. Me sentía como si ella fuera mi esposa.

Llegó el día que ella tuvo que tomar una decisión, sería alguien más o yo. Creo que yo sabía muy bien cuál era la respuesta, había hecho todos los méritos para ganarme esa afirmación, para mi sorpresa no fui yo sino quizá otro que no conocí ni me gustaría conocer. Hasta ahora sigo dudando de su respuesta porque no me pareció sincera en ninguna forma, sigo pensando que hay algo entre líneas que no me quiso decir. Ahora no me queda de otra mas que seguir llorando y lamentándome por su respuesta. Quiero seguir pensando que lo que me dijo no fue real, deseo seguir haciendo mi vida como siempre, deseo poder olvidarla por completo. Por ahora sólo me queda escribir una cosa: Volví a perder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario