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miércoles, 12 de mayo de 2010

Transpirando superficialidad…

Eran las once y media de la noche, había tenido un día muy ajetreado: trabajo, escuela, tránsito vehicular, pagos, recibos, tarjetas, cheques…abrí mi puerta, dejé el saco en la sala, aventé las llaves del carro en el sofá, subí los escalones de casa, abrí la puerta del cuarto, abrí la ventana y me aventé a la cama individual. Habrán sido aproximadamente las dos o tres de la mañana cuando comencé a soñar con algo que me parecía cierto y conocido, con eso que a algunos nunca nos llega, con un cuerpo perfecto.
Dentro de un clima cálido, una plaza pública y un montón de personas desconocidas volteé súbitamente a un punto que hasta ese momento era el preferido por todos los presentes. Se alcanzaba a notar una pareja. Una de esas que te da envidia nombrar, a las que les auguras en fracaso rotundo matrimonial, una de esas parejas que te gustaría ser. Creo recordar estar sentado en la base de un árbol, todos los demás me veían y hablaban de mí porque era el único que ya no prestaba más atención a la pareja. Me señalaban y cuchicheaban, los niños se alejaban de mí, no tenía prácticamente nada. Como por arte de magia me llegó una pluma y un papel muy grande en el que decía: descríbenos. Asombrado por el acontecimiento no me quedó de otra más que hacerlo. Para ese instante me encontraba iracundo e idiota, sólo pude reflejar mi pesar.
Comencé con los detalles físicos, después con la cuestión psíquica y terminé con su simetría. Hice un estudio estúpidamente complicado hasta que me dije: Basta, lo mejor será pensar en su superficialidad corporal. Me di mi tiempo, respiré e inicié. Sólo me fijé en ella, en su aparente superioridad. Toda ella era perfecta, era simétrica, era alta, era aria. Por algún motivo, en un principio sólo la pude ver de frente, de pies a cabeza. Era un perfecto ejemplo de estética.
Seguí con mi estudio por varios días, algunas de las personas que se reían de mí, me comenzaron a envidiar. Entre ellos decían que no podía ser posible que yo, ese ser ruin y despreciable tuviera la tarea de describir la exquisitez. No me importó pues ese concepto me parecía relativo. En fin, seguí y proseguí hasta que por fin llegó el tiempo de la espalda. Al hacerlo vaya impresión, toda su espalda contenía una leyenda que a la letra decía: Stop, maybe im physically perfect, but you gotta know that my soul is rotten.
Me acerqué por primera vez a ella a una distancia no mayor de un metro. Platicamos y me confesó que en sí ella era todo un espejo, un holograma cansada de recibir elogios que sabía inútiles pues según ella de elogios no podía vivir. Desperté y me sentía desesperadamente cansado. Intenté conciliar el sueño y fracasé
Las siete de la mañana. Sonó el despertador, me levanté de la cama, me bañé e hice todas las demás cosas relativas al hogar. En fin, llegué a mi escritorio de nuevo, vi lo que tenía por hacer…me recosté en mi silla ejecutiva y vi a la secretaria del jefe, inmediatamente le pregunté: ¿Qué hace señorita Hugues? Transpirando superficialidad.

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