Vistas de página en total

viernes, 14 de mayo de 2010

Carta a mí, padre:

Tú para mí no eres mi padre, cuando te necesité no estuviste; me dejaste solo en las peores de las circunstancias. Lloré, reí, gané, perdí y tú nunca supiste nada de eso. No esperes nada de mí, ni siquiera un abrazo. No te odio, te agradezco por haberme creado pero de ninguna manera pienses que hiciste lo correcto.

Me humillaron y nunca me pudiste defender; mientras tú festejabas yo lloraba. Mientras tú reías yo me entristecía. ¿Qué habrá sucedido? A caso fue mi culpa, será que yo fui la razón por la que dejaste a mi madre. Dime si soy el culpable de todo esto.

Éramos la familia perfecta. Tú trabajando, yo estudiando, mamá en casa. Se sentía la armonía del hogar. Yo sé que a veces los adultos tienen diferencias pero ahora estoy empezando a creer que el responsable de todo soy yo. Me siento terrible al pensar esto, pero cada que recapacito sobre esto sólo llego a una conclusión: Fue mi responsabilidad.

Cada vez que me levanto y veo que mamá ya no está en casa por sus múltiples ocupaciones me pregunto: ¿Por qué hiciste eso? Nunca he encontrado una respuesta a esto y lo peor es que me sigo echando la culpa. Espero que algún día alguien me ayude a entender que son cosas que suceden en algunas familias y que no hay culpables. Yo sé que nada tengo que ver en esto pero aun así no puedo dejar de pensar en lo que nos hiciste.

Ser padre no se trata de dar regalos, ordenes, dinero o cosas materiales. La paternidad significa todo para un hijo, es: dar un regaño a tiempo, decir las palabras correctas, descubrir el mundo con los hijos, dar un apapacho, cuidar en la enfermedad, disfrutar en un cumpleaños, dar todo por los tuyos. Creo que tú no cumpliste con nada de esto. No importa. Tú para mí no significas mucho.

Dentro de todo lo malo, también me han sucedido cosas buenas. Gracias a tu partida forjé un carácter sólido y diferente al de los demás. He aprendido a vivir solo y a no sufrir por cosas superfluas. Entendí lo que es el amor materno sin que nadie me lo haya enseñado. Y por supuesto lo más importante para mí: tengo un criterio propio y no soy como tú.

Sabes, algunas veces recapacito y me pregunto qué es lo que hubiera sido de mí contigo a mi lado. Antes lloraba y me lamentaba, ahora me rio y disfruto de lo que soy. Todo lo he hecho por mí mismo. En poco, casi nada me ayudaste. Te perdí y tú me encontraste pero yo no logro reconocerte.

Padre, espero que algún día te sientas orgulloso de mí, tú para mí no eres un amigo sino un extraño. Me olvidaste y yo no puedo pagarte con la misma moneda. Espero que algún día leas esto y notes cuánto me hiciste falta. Ahora ya no te necesito; antes me hacías daño, ahora espero de todo corazón que seas feliz en tú nuevo mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario