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viernes, 15 de julio de 2011

Robando almas.

Ya sabía lo que era crear y eliminar, ella misma había borrado de su mente y alma a aquellas dos creaciones que tanta fatiga y encanto le habían dado. Cayendo como lo hacen las hojas otoñales se pasaba la vida deambulando por las calles inciertas y mal trazadas de su cabeza, sufriendo como lo hacen aquellas madres que ven partir a sus hijos en búsqueda de una aventura bimestral, llorando como todos alguna vez lo hicimos por capricho, tan feliz como las novias que salen del templo recién casadas, tan angustiada como los que esperan al médico en la sala de espera en el ala de urgencias, tan despreciable como ella creía ser y tan única como exclusivamente podía ser…todo lo anterior era lo que podía sentir en un instante, uno que nunca era eterno sino pasajero y efímero. Cansada de sí decidió dejar por la paz sus creaciones y las letras, escapando del amor de su vida olvidó las plumas y los pensamientos escritos.

Convencida de su situación vital comprendió que por salud debía hacer una vida justo como los demás, ella bien sabía que tenía talento como muy pocos para forzar un éxito social, así lo hizo y así sucedió. Tras algunos meses estancada en un cubículo de tres por dos atendiendo llamadas y analizando productos tan enfermamente ridículos veía crecer su estado de cuenta de manera espectacular, sin embargo moría por dentro por encontrar la perpetuidad y la magnificencia del instante.


Sabiendo que poco a poco se marchitaba como lo hacen las flores artificiales, que lucen siempre iguales por fuera pero sufren por no vivir, decidió escudriñar dentro de sí para ver qué podía hacer para captar la sublimidad de una manera tan objetiva que de ninguna manera ella pudiera intervenir; bien sabía que si lo hacía todas sus circunstancias podían echar a perder lo que hasta ese momento anhelaba.

Cansada de buscar y encontrar excelsos momentos se sentía desesperada por tener una mente que retenía y conmemoraba pocas imágenes. Frustrándose por no poder recordar lo que sabía había visto optó por averiguar cómo retener aquellos momentos que la estaban haciendo vivir una vez más. Así emprendió su viaje a aquel lugar al que no podía regresar y había jurado jamás recordar, la vieja casa donde según los médicos había perdido la cordura.

Aquella casa de la que hablo era un palacio frio, lleno de tantas habitaciones que bien te podías confundir y entrar a otra que no fuera la tuya. Como cualquier otra casa tenía recuerdos que sólo aquellos que la habitaron podrían recordar, pero había un espacio en especial del que tenía pavor: el sótano.

El viejo sótano donde enterraba todos sus recuerdos, el único donde podía encontrar a la única persona que podía enseñarle cómo inmortalizar los momentos. Tomando la perilla con la mano derecha decidió abrir la puerta para respirar un aire denso. Ya dentro de aquel oscuro lugar sintió tantas emociones que inmediatamente decidió salir corriendo. Pensando que no tenía más tiempo decidió reingresar y buscar cuidadosamente aquel artefacto que la podía conectar consigo misma, aquel espejo que le había mostrado hace muchos años la verdadera y única persona que podía comprenderla: ella misma. Sentada en posición de flor de loto se dispuso a encontrar respuestas. Sumergida en un profundo sueño se vio inmersa oníricamente en el lugar donde hacía mucho tiempo no había estado, caminando sobre una alfombra negra sentía cómo luces espontaneas arrancaban su cuerpo parte por parte hasta que desesperada despertó estremecida y agitada no entendiendo qué había querido decir aquel sueño.

Pasaron unos días para que comprendiera el significado del mensaje, en su trabajo no respondía como debía hacerlo, en casa no sabían qué traía. Entendía que no podía regresar a verse a sí misma porque podía ser mortal, pensó quién podría ayudarla a resolver ese acertijo y decidió buscar a una persona que para aquel entonces habitaba un lugar tan lejano los amores imposibles. Tras una serie de intentos contactó a la única persona que sabía poco menos que ella y comenzó con la explicación. Sentados y conectados espiritualmente volaron al mismo espacio que le había mostrado aquel espejo y viendo cómo ella era desgarrada poco a poco por fuertes luces comprendieron que lo que estaban viendo eran múltiples flashazos.

Despertando los dos descubrieron que el mensaje era más claro que los albinos, la única manera que se podía hacer preso a un momento y hacerlo eterno era a través de de una imagen. Un tercer ojo que podía detener el tiempo de una manera tan natural que resultaba horripilante e increíblemente maravilloso el simple hecho de intentar detener el tiempo a través de un artefacto que todo lo podía hacer, desgraciadamente cayó en las manos más propias para hacerlo.


Una cámara fotográfica era lo que necesitaba para encontrar la sublimidad del momento, comenzó de una manera tan fuerte y constante que declaró tener un amante perfecto: la cámara misma. Intentaba captar todos los momentos, pensó que tomar paisajes y ese tipo de cosas no era lo que necesitaba porque su mente sí era capaz de retener aquel tipo de imágenes. Buscando de nuevo la inmortalidad tomó la idea de retratar personas desconocidas, mismas que le podían brindar lo que ella no tenía. Gestos fuertes, disgustos, llantos, felicidad, viveza, alteza…todo eso iba tomando hasta que supo que no era eso lo que necesitaba.


Perdida sin brújula ni mapa decidió seguir recorriendo sus calles y avenidas mentales, dándole vueltas y más vueltas a las manzanas y a los espacios por ella creados se sentó frente a un alto edificio lleno de espejos, decidida a estar dentro de aquel edificio se detuvo justo en el centro del mismo, tomó su cámara y por error oprimió el botón que lanzaba un ente luminoso. Para su poca fortuna la imagen que había tomado era ella misma en distintas posiciones.

No comprendiendo por qué se había tomado a sí misma, intuyó que la clave era ella misma, que no necesitaba de nadie más para encontrarle un nuevo sentido a todo. Probó tomarse de distintas maneras pero el resultado jamás era satisfactorio. Jugó consigo misma sin entender qué sucedía mientras poco a poco se destrozaba al momento de auto-buscarse. Era un choque de ella contra sí misma, era una batalla memorable entre el ego y el alter ego.

De todo su cuerpo fotografiado, parte por parte, fue entendiéndose a través de imágenes. Veía cosas que un espejo no le podía decir, observaba detalles que sólo ella podía entender, cada mancha, cada peca, cada pixel era suyo. Historias se entrelazaban en cada una de las fotografías, unas de odio y otras incomprensibles. Siguió su labor incansable de buscarse y encontrarse a través de su imagen hasta que cansada de todo, una vez más abandonó la simplicidad de la vida para refugiarse en un nuevo mundo, su mundo.

Ya estaba a punto de terminar su cuerpo, juntando cada una de las fotos armó su cuerpo hasta que se dio cuenta que faltaban zonas tan específicas. Zonas a las cuales un par de ojos no llegan, partes tan íntimas y personales que no son fáciles de descubrir. Tomó su cámara y decidió terminarse el peor de los días del año: su cumpleaños. Sabía que ese día se sentiría sola y endeble, aunque estuviera acompañada o en algún lugar público bien sabía lo mal que le iría en ese día.

Llegó el cumpleaños número veintidós y con él la terminación de la obra maestra. Resuelta a terminarse decidió tomar un par de tijeras y cortar toda la parte trasera de su fina blusa, dejó su cámara y sintiendo una inmensa felicidad cayó desmayada al momento de ver el deslumbre del flash. ¿Qué habrá pasado para que hubiere caído en desmayo? Dice la protagonista de esta historia que fue algo parecido a la plena felicidad.

Terminó de pegar la espalda a su nueva obra, la observó y se gustó…por primera vez le había gustado y se había gustado a sí misma. Feliz, contenta, atónita, desmedida, perfecta decidió dar el gran paso que muchos no se han atrevido a dar: SER PARA SÍ Y NUNCA MÁS PARA NO SER...felicidades, es tu primer gran paso.

Parte 2: Prometida para AHI

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