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martes, 26 de octubre de 2010

La vida.

Tengo veintiún años de edad a través de los cuales he pasado las mejores y las peores. He visto cómo muere mi padre, como llora mi madre y las lamentaciones de mis amigos. También he conocido lo que es el hambre espiritual, las carencias afectivas e inclusive la amistad fingida. No todo en mi vida ha sido malo, he conocido a personas que me han demostrado cómo se debe vivir la vida.
Dentro de aquellas personas podría enunciar a muy pocas, sin embargo debo recalcar que mi hermano y mi madre han sabido cómo demostrármelo sin siquiera decírmelo. Mi hermano con el ejemplo me ha enseñado a salir adelante, no es un sólo salir por salir sino desde el abismo subir al tope y mantenerte ahí. Mi madre me ha ilustrado en cuestiones que no le correspondían, es como mi mejor amiga. Nos sabemos todos los secretos inclusive aquellos que aparentemente sólo debería saberlos ella.
Me he forjado en distintos ambientes, tengo la capacidad de convivencia con diversos tipos de persona. Creo que todo está basado en el respeto. Así como puedo platicar de deportes con algún aficionado a los mismos también puedo participar en un tema como la conciencia o el alma misma.
Dependo emocionalmente de mis allegados, la verdad es que soy muy sensible a lo que sienten aquellos que me rodean. Me cuesta trabajo demostrar mis sentimientos puesto que la verdad muchas veces prefiero ser sincero conmigo mismo y no demostrar lo que no siento. Me cuesta trabajo mantener amistades puesto que siempre me salen con una mala jugada o simplemente no me parece cómo entienden la vida aquellos que se consideran mis amigos.
Aparento una fortaleza indestructible sin embargo debo sincerarme y decir que a veces hasta algunas películas me hacen sentir humano, muchas veces prefiero callar lo que pienso y no por el “qué dirán” sino por cuestiones personales de soberbia o quizá de egoísmo. Desde hace poco tiempo he elegido vivir la vida, tomar los riesgos, vivir mi esencia al máximo, tratar de respirar profundamente, reír a carcajadas, abrazar a mi madre, decirle cuánto me gusta ser su hijo, admirar a mi hermano, correr hasta agotarme y tirarme en el pasto hasta que sienta esa comezón que produce el mismo cuando has pasado mucho tiempo sobre él.
Soy antípoda de la clase media, aunque yo pertenezca a ella jamás me sentiré identificado porque simplemente no soy igual que los demás. Tengo defectos y virtudes, soy antipático en lo que no me gusta. Me parece poco trascendente lo que muchas otras personas hacen, quizá esas otras personas piensen lo mismo de mí. La verdad es que no me interesa mucho la opinión de los demás salvo las honrosas excepciones. Soy testigo de la grandeza de las personas y de las debilidades de las mismas, soy la personificación de lo que no se debe ser ni hacer pero aun con todo lo anterior estoy más que satisfecho conmigo mismo, todo lo demás son puras joterías.

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