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viernes, 19 de agosto de 2011

La fotografía de mamá.

Todas y cada una de las personas que los veían juntos en la calle juraban y apostaban que eran mellizos a pesar de su marcada diferencia de edad, se decía que sus sentimientos eran similares sino es que iguales y prueba de ello era que lo que al menor le disgustaba al mayor también. Vivían bajo la sombra del éxito de su padre y la nula interferencia en sus vidas. Vestían de manera distinta, el mayor era muy limpio procurando siempre andar por la calle bien peinado y planchado puesto que eso había visto de sus mayores, organizaba sus tareas y quehaceres, el mejor hijo y ser humano que se podía conocer. El menor era la persona más despreocupada en su ropa, siempre usando sandalias en público y misterioso como sólo él podía ser, iba por la acera a paso rápido pensando cómo hacer desatinar al demás, ese no era ser humano sino cero humano. Dicen los que los conocían que eran genios en potencia y existencia, se murmuraba que eran distintos de los demás de su edad y los viejos confiaban en ellos pese a su corta edad, podían escuchar mas nunca ser escuchados, sabían hablar y nunca gritar, se dice que sus conversaciones eran tan aburridas como un informe presidencial.

Exteriormente eran semejantes, en ideas casi iguales pero en sentimientos no se parecían en nada. Si escuchabas hablar a uno de ellos sin verlo bien lo podías confundir con el otro, sin embargo uno era bondad y el menor no era maldoso pero no estaba ni cerca de ser tan tierno como el mayor. Sus ideales y metas las tenían tan claras como las aguas cristalinas, sus acciones y pretensiones eran tan distintas como los sentidos opuestos pero bien dicen las leyes de la atracción que los polos opuestos siempre se atraen.

El menor de ellos era la fiesta andante, dejó la escuela para dedicarse a su oficio, vivía para el presente y nunca para el futuro y mucho menos del pasado. Decían los maestros que lo conocieron que había sido su decisión haber dejado los estudios y aunque su madre, a la que tanto adoraron, tanto le decía que terminara su escuela él jamás tuvo la intención de seguir escuchando a hombres y mujeres cansados en espíritu hablar de cosas que poco le interesaban y que le parecían ridículamente aburridas.

El mayor era magnífico, recatado como sólo él no decía ni una grosería, sabía situar a cada quien en su lugar y usaba tantas palabras como hojas tiene la Biblia. Se decía de él que bien podría ocupar un cargo público porque parecía ser honesto, tan honesto como un abuelo que le habla a su nieto. Tan sincero como un recibo agua y tan perfecto que bien podía ser equiparado con un santo.

Su niñez fue dura, su padre se alejó de ellos buscando el éxito profesional que tanto había añorado. Ellos sabían que a pesar de su distanciamiento ocupaban un pequeño lugar en los pensamientos de papá pero la que realmente se preocupaba por ellos era su mamá. A temprana edad descubrieron que eran distintos a los otros, que sabían llegar al corazón de los demás siendo recompensados con cosas tan materiales como una prenda de ropa o tan espirituales como una bendición. Destacaban siempre donde iban y renegaban a los reconocimientos que les eran dados, problemáticos por naturaleza e inconformes con su vida decidieron retarse a sí mismos y salir de aquella realidad a la que estaban destinados.

Jóvenes supieron que si bien habían nacido y vivido bajo mucha protección ese no era su destino, sabían que tenían que cambiar de rumbos y hacer lo que nunca nadie más de su entorno había decidido: cambiar todas sus estructuras mentales de una manera tan complicada y quizá ilusoria que a lo único que los orilló fue a ser odiados.

Se dice que tenían un cierto don o quizá la convicción y continuidad suficiente para lograr lo que se planteaban. Como bien dije eran unos rebeldes, prueba de eso fue lo que alguna vez hizo el menor de ellos para demostrarle al otro las fallas del sistema educativo. Renunciando a sus estudios de preparatoria decidió asistir a la abierta para ahorrarse tiempo y dinero pero más que cualquier otra cosa quería enseñarle a los demás que eran unos idiotas al creer que estando encerrados 7 horas en un aula podían aprehender lo que la vida les ofrecía.

Regresando a la vida del mayor él era todo lo que un suegro pedía y si bien era cierto que su madre adoraba a ambos por igual siempre hubo un cariño en especial por el grande puesto que era buen hijo. Era muy elegante en todas sus actividades, devoto de sus creencias asistía a misa todos los domingos y cuando el tiempo se lo permitía a veces entre semana, no sólo eso sino que vivía la palabra de Dios hasta el punto en que se privaba de hacer tantas cosas no por imposición de nadie más sino por gusto ¿Qué tipo de cosas? No tomaban una gota de vino, cuando asistía a fiestas se retiraba temprano y siempre procuró a su hermano menor porque sabía que de no hacerlo podía extraviarse en cualquier mal camino.

El menor siempre fue renuente a todo y a todos, decía que las reglas eran para ser rotas y que poco le importaba el castigo. Siempre retó a las autoridades y llegó a tener muchos problemas por su actitud. Era el mejor amigo que se podía tener y si algo bueno podía hacer era guiar a los demás y sacarle lo mejor de ellos pero nunca de sí mismo.

Tan distintos y tan iguales a la vez sabían y vivían lo mismo, eran la viva representación de la tragicomedia. Conocían sus debilidades y nunca se aprovecharon de eso, reconocían cómo joder a los demás y sólo el menor lo podía hacer. Tan inseparables como San Martín Caballero de su caballo lograron todo lo que quisieron en corto tiempo. Como dirían los argentinos: la rompieron.

Parecía que nunca dejarían de estar juntos hasta que tuvieron la edad suficiente para cada quien ver por sus intereses y formar lo que ellos decían o pensaban era una familia. El mayor siguió con su línea académica y consiguió, tras una seria de pruebas de toda índole, una beca del gobierno para continuar sus estudios en una prestigiosa universidad estadunidense donde acuden los geniecillos de las ciencias. El menor siempre con su desorden decidió seguir su vida de fiesta y placeres a los que nunca antes les había encontrado sentido pero que a partir de los veinte años le parecían tan necesarios como engañar a todas y cada una de sus mujeres.

A pesar de haber sido tan amigos y tan iguales de jóvenes, cada quien vio por su vida. Uno de manera correcta y el otro de manera incorrecta. Se dice que la madre de ellos oraba por el hermano menor tres veces al día con lágrimas en los ojos pidiéndole a todos los santos cambiaran la concepción de vivir de su hijo para que este se hiciera más responsable, cuestión que molestaba al mayor de ellos puesto que desde que el chico había dejado la casa donde los tres vivían se había dicho que el fiestero se tenía que desligar de ellos. Me cuenta un vecino de aquel hogar donde vivía tan peculiar familia que cuando el menor de ellos salió huyendo (en parte y corrido en otra) de su casa gritó a los cuatro vientos que lo único que se llevaba de ahí era la fotografía de mamá.

De la vida del pequeño ya nada se supo, por ahí se decía que se había encontrado a una mujer y que esta se lo había llevado a su casa a vivir en otro estado del país, otros juraban haberlo visto de comerciante en el eje 2 norte de la Ciudad de México, algunos otros dicen que se convirtió en ministro de culto y los más aventureros decían que hasta padre de familia era.

Pasaron ocho años que ni el hermano académico ni su madre lo veían hasta que un glorioso día ambos, a la manera de la Biblia, vieron llegar a su hermano e hijo tan cambiado que decidieron de manera agradable invitarlo a pasar a la que era su anterior casa. El que ya no era tan joven pero sí más que su hermano mayor tomó un baño en aquel lugar donde su hermano y él habían tramado las peores travesuras cuando eran niños, se secó y tomó la ropa que su padre (hermano) le había dicho que usara. Se sentaron los tres a comer una sopa que por cuestiones del destino había sido servida aquel día y era la favorita de ambos: la de letras. Con lágrimas en los ojos ofreció perdón a ambos y decidió contarles lo que había hecho en esos ocho años. De entre todas sus aventuras y desventuras resolvió decirles todo lo que había sufrido en la calle y de paso les confirmó todo lo que se decía de él, todo menos lo de su hijo. Confesó que si estaba ahí era porque su actual pareja era la que lo había convencido de haber ido meses antes, mas ya no vivía con ella. Cerró aquella comida diciendo que de todo lo que había sucedido en su vida sólo conservaba una cosa…y sacándolo lentamente de su cartera se asomó casi intacto el retrato de su madre.

Todo regresó a la normalidad y como era de esperarse el mayor formó una familia y se fue de la casa que lo había visto crecer durante tantos años, la madre feliz y el hermano contento veían como el otro integrante de la familia vivía la plenitud en su nueva familia. Una mujer cariñosa y un nieto hermoso era lo que veía su señora madre, una mujer recta y un sobrino maravilloso era lo que observaba el hermano menor.

Pasaron los mejores años de la vida de esta familia, un nieto al que le consentían todo lo que pedía, un sobrino que era igual a su olvidado abuelo y un puñado de momentos inolvidables que se vieron reducidos a nada cuando su madre enfermó. La enfermedad de su madre era algo que desconocían puesto que en esa familia pasó de todo menos que alguno de ellos cayera en cama por mucho tiempo. Los médicos le habían diagnosticado a aquella señora una enfermedad complicada de tratar pero no imposible. Desolados por la noticia dejaron todo en las manos de
Dios y de la medicina pero esta última nada pudo hacer.

Sufrimiento eterno fue el del par de hermanos que se encontraban solos sin su madre, el menor de los dos regresó a su vida de excesos y poco a poco iba terminando con todas las palabras que su madre le había dejado. Desgarrados por la partida el mayor se refugió en su familia y tenía motivo grande para seguir pero el menor no sabía qué podía ser o hacer de y con su vida sino un caos, uno tan grande como la pérdida de su madre.

Un año había pasado y el tiempo había curado ciertas heridas del alma que había dejado la partida de su mamá, el hermano mayor había conseguido un trabajo de esos que quitan toda la vida pero dejan mucho dinero mientras el hermano menor se había terminado el dinero que su madre había dejado para los dos. Separados sin saber el uno del otro se reencontraron de la manera más rara que cualquier persona se pueda imaginar: En el tianguis que se ponía a la vuelta de la casa de la difunta señora de los domingos.

El menor con una cara de dolor lo primero que hizo al ver a su hermano fue pedirle dinero para costear su adicción al alcohol mientras que el mayor consintió su petición también le dio su nueva dirección y número telefónico por si alguna vez deseaba ir a visitarlo. Al llegar a casa el mayor le contó a su mujer de manera triste cómo es que se había encontrado con su hermano en una situación tan penosa, que le había tenido que dar $100 para una botella de ron barato, la esposa comprendió la acción de su pareja y asintió con la cabeza lo que había hecho. Pasaron quince días para que de nuevo el menor le pidiera dinero al mayor hasta que dicha acción se hizo tan consecutiva que le mayor cortó de tajo la relación de hermandad.

El menor apenado por tantas cosas malas que había hecho decidió ir a la dirección que su hermano le había dado para de nuevo ofrecer perdón y disculpas por todo lo que había hecho. Su fortuna le había cambiado y había conocido a una mujer tan perfecta que no sólo le había pedido que fuera a ver a su hermano sino que ella misma lo acompañaría y ambos pagarían todo el dinero que le debía a su adorado y preciado abure (hermano). Y así se presentaron un 10 de mayo a la casa de su hermano para felicitar a la madre de su sobrino y hablar como lo hacían antes.

Arribaron a la puerta y el que atendió fue el niño, inmediatamente reconoció a su tío y de manera apresurada abrió la puerta para tirarse a sus brazos mientras que su madre le gritaban desde adentro para saber quién había tocado la puerta. Al no escuchar respuesta alguna la madre del niño corrió a la puerta para sorprenderse de ver al hermano de su esposo, de manera inmediata lo invitó a pasar a casa, tomó el teléfono para marcarle a su marido y darle la noticia que su hermano estaba en su hogar con una nueva y buena actitud.

Inmediatamente el hermano mayor tomó uno de sus tres autos para regresar del trabajo a su hogar. El tránsito vehicular era pesado y él desesperado decidió abandonar su automóvil e ir a encontrarse de nuevo con su hermano, una vez que llegó a su casa se abrazaron tan fuerte que ,ahora que la esposa me cuenta, me parece normal que se hayan llegado a lastimar por tan grande emotividad. El mayor invitó a dar un recorrido por toda la casa a su hermano y enseñarle todo lo que tenía gracias a su madre, terminaron el recorrido y el menor con lágrimas en los ojos le dijo a su hermano:

--Bien hermano, he venido a verte y hoy sí no es para pedirte nada. Y por haberme recibido te agradezco la atención. Aquel hermoso carro en el portón de esta mansión prueba lo que tanto anhelabas: es alta tu posición. Esta sala en la que sentados estamos y los cuadros que adornan los muros bien sé que cuestan un dineral. No saques la cartera, no es por dinero por lo que he venido pero dime tú, ¿dónde está el retrato de mamá? Pobre de nuestra madre, ella tanto te quiso y tantos sacrificios hizo para que pudieras estudiar. Ni siquiera delicadeza tienes para poner la foto de mamá, seguro desde el cielo ella te ve y te perdona pero yo que soy tu hermano no te puedo perdonar. Dime ¿Por qué entre tantas alhajas falta la joya más cara: el retrato de mamá?