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sábado, 25 de junio de 2011

La ratona y el adivino.

Estimados lectores, han de estar al tanto que este es mi segundo cuento de niños. Seguramente si leyeron el primero deben saber que como relato para los pequeños, mis historias están llenas de lugares espectaculares y situaciones fantásticas. En esta ocasión me siento a escribir una historia que envuelve a dos personajes: Un adivino tan peculiar y raro, totalmente místico, tan normal como los demás, tan peculiar como sólo él, tan talentoso en su hacer, tan complicado en sus ser, vestido como un marinero supone parecerse a Popeye. El segundo personaje y más importante puesto que a éste van dedicadas todas estas letras es la ratona; ella tan vertical, endeble, preciosa, hermosa, egoísta, noble, llorona, indescriptible y a ojos del adivino: LO MEJOR QUE LE HA PASADO EN SU VIDA.

El adivino tenía una doble vida, corría por la ciudad como cualquier otra persona. Se había alejado del lugar donde había nacido y sido feliz buscando algo nuevo, examinándose, trataba de tener una vida como la de los demás cuestión que era imposible por el simple hecho de que su pasión y mucho de su tiempo se lo dedicaba a curar las almas de las personas. Como cualquier joven estudiaba y por supuesto que no era el mejor de la clase porque él así lo quería, sin embargo hacía lo necesario para que su otra vida no se inmiscuyera en lo que socialmente le era exigido (la escuela). Este adivino no es como el de los otros cuentos, particularmente este vivía del reconocimiento que hacían los que acudían a él para que les dijera “qué tenía el tiempo para ellos”. Ocupado en la vida de los demás se fue olvidando de sí mismo hasta el punto que pensó en olvidarse de todo y todos para seguir con su vida. Siempre cansado, caminando con una cara que nadie comprendía terminaba sus días recostado en su cama con la cabeza trabajando a deshoras y de una manera tan especial que éste adivino de corta estatura y grandes secretos le pedía a Dios terminara con su día y lo metiera en el tiempo más difícil de todo su día: la noche y con ella los sueños.

La ratona era perfecta no se podría sino describir cosas maravillosas de ella, por ejemplo: tan bella era que ni siquiera alcanzaba a notarlo, tan inteligente que muchos de sus pensamientos sobrepasaban las expectativas de los demás, tan observadora que atrajo de inmediato la atención del adivino, toda elegancia en sí, superficial cuando era necesario, feliz por respirar aire fresco día a día se desenvolvía en tantos lugares de manera tan precisa y correcta que resultaba complicado comprender cómo era que ella, el animal más precioso de todos, se hubiera encontrado circunstancialmente frente a frente con el adivino y sanador de las almas.

La vida del adivino era complicada, ni siquiera su madre sabía o conocía sus alcances. Siendo el bastón y por ende la esperanza de muchas personas conocía la vida de tantas personas como hojas tiene un árbol de Laurel de la India. Cansado de escuchar los problemas de tantas mujeres, hombres, ancianos e inclusive de personas que ya no habitan físicamente en este plano terrenal había decidido tomarse un tiempo y abandonarlo todo…hasta que conoció al nuevo motor de su vida, al ser que siempre había estado esperando, al motivo de su hacer: Aquella ratona, el regalo que Dios le había enviado oportunamente.

La historia de ambos se desenvuelve en un espacio rectangular, lleno de figuras simétricamente complejas y gente tan diversa que resulta obvio saber el porqué éstos dos seres sintieron afinidad el uno por el otro y para el otro. Compartiendo palabras complicadas de comprender se comunicaban en un idioma tan atípico que los mensajes que se enviaban eran dignos de recordar. Temerosos el uno del otro se acercaban y alejaban porque todavía no comprendían qué les estaba pasando ¿Por qué este ser me está cambiando todas mis estructuras? (pensaban ambos al mismo tiempo sin decírselo), ¿Por qué me estremece el estómago sentirlo cerca si ni siquiera siento nada?, ¿Por qué lo busco si ni siquiera lo necesito?, ¿Por qué me cuesta verlo con alguien más si yo todo lo tengo? Estas y muchas otras preguntas se las hacían ambos de manera interior porque por mucho tiempo no se animaron a decirse lo que significaba el uno para el otro.

¿Cómo comenzó el adivino a sentir algo por la ratona? Como describí, el encantador de almas conocía a muchas personas, pero más que conocer los cuerpos sabía qué había dentro de ellos. Su labor era escudriñar dentro de ellos para conocer y resolver, gente tras gente lo fue haciendo hasta que vio dentro del interior de la ratona. El espíritu de la ratona, me cuenta el adivino, era de otro mundo. Uno que sólo había visto una sola vez y que bien podía ser equiparado con el interior de un ratón difunto, uno lleno de bondad. Una y otra vez este personaje humano pensaba qué podía hacer para siempre estar con el otro personaje, sabiendo que tenía la facultad de cambiar los cuerpos de los demás seres pensó en hacer humano a aquella ratona. Pasaron quizá cuatro o cinco meses para que se decidiera a hacerlo hasta que un buen día mientras dormía se le apareció un anciano en sus sueños. Este viejito tenía verrugas en su cara y era más elocuente de lo que las personas podían comprender, no se cansaba de hablar y gustaba de cargar a los demás, mientras se escondía para no dejarse ver simulando jugar a las escondidillas le explicaba al mago-adivino lo que tenía que hacer con ese ratón tan peculiar del que estaba perdidamente enamorado, una vez que ambos terminaron de hablar, aquel viejo de piel tan blanca como el alma del ratón le pidió al que soñaba le diera un abrazo al diminuto ser, un abrazo celestial.

El adivino despertó de su sueño con lágrimas inexplicables en ambos ojos, sabía que algún vínculo había entre el ratón y el veterano. No sabiendo qué hacer el adivino decidió alejarse de la ratona porque así lo había decidido esta última, suponiendo no volverse a ver nunca más. Esto de dejarse de ver era imposible puesto que habían ciertas cuestiones que los unían: Tenían uno del otro sin siquiera darse cuenta o sin quererse dar cuenta. Anterior a esta complicada decisión, el adivino había tenido acercamientos con aquella roedora, deteniéndose a hacer lo que sus sentimientos le dictaban sabía que podía hacer un daño letal a muchos otros seres si ejecutaba aquellos preciosos pensamientos.

La ratona no sabía qué hacer, sabía que su vida era distinta a la del adivino y que simplemente era feliz tal cual estaba. Nada ni nadie detendría lo que ella quería y no era precisamente al adivino sino todos esos sueños que desde que era más pequeña quería realizar…una vida llena de normalidad. Tras la momentánea separación de ambos, la ratona se sentía confundida en sentimientos y el adivino se sabía incompleto puesto que ni siquiera había cumplido con lo que aquel viejo de sus sueños le había hecho prometer.

Tendría que describir que tuvieron demasiados encuentros aparentemente circunstanciales en la calle, en las esquinas, en sus sueños, en pensamientos, físicos, espirituales y por supuesto personales. De a poco se fueron reconociendo y sabiendo las debilidades del otro. La ratona intentaba de manera agresiva neutralizar sus sentimientos usando palabras que sabía no debía usar porque no era su estilo y bien sabía que envalentonarse y sentirse fuerte no le iba bien, usar aquellos vocablos le costaron muchas lágrimas en silencio, mismas que llegaron hasta el adivino por la vía más inimaginable que cualquiera pudiera pensar: El teléfono.

Ambos enfermaron espiritualmente, ella lo hizo somáticamente. Él sabía que la ratona pasaba malos momentos puesto que no sabía ni qué tenía y dispuesto a hacer lo que sabía hacer, bajo la influencia del viejo que se aparecía detrás de los árboles en sus sueños se dispuso a perder su salud para dársela a ella. Por supuesto que la ratona no comprendía cómo es que inmediatamente habían dejado de aparecer aquellas manchas que recorría su cuerpo y el adivino no tenía ni sabía cómo explicárselo.

Cuando se veían ni siquiera se volteaban a ver, a veces se daban la espalda sintiendo cómo una espada atravesaba todos sus cuerpos por el hecho de haberse ignorado. El ritmo vital de ambos seres era agitado y eso los excusaba de buscarse, era tiempo echado a la basura porque mientras hacían tal o cual cosa pensaban en lo que no eran, cuando estaban con sus acompañantes momentáneos era el tiempo más difícil puesto que no queriendo se engañaban ellos mismos.

¿Cómo seres tan distintos se pudieron haber encontrado? Bien dicen que los tiempos de Dios son perfectos y siendo ambos seres sabían que eran complemento uno del otro hasta que sin querer ambos sintieron amor…se lee ridículo cómo es que una ratona se puede enamorar de un adivinador y viceversa pero este es un cuento y es el cuento más precioso que hasta ahora se ha escrito, uno donde todo es posible. Todo.

Dios había decidido ponerles una prueba a ambos, quería saber qué tan fuerte podían ser los dos y decidió separarlos físicamente pero nunca emocional ni espiritualmente. Y ahora les cuento el último de sus encuentros en mucho tiempo. La ratona era un tanto indecisa, era de las que dejaba un recado para luego borrarlo, pensaba tanto las cosas que siempre temía hacerlas, le daba miedo el miedo mismo…siendo su costumbre programar un último encuentro con el adivino lo posponía por razones hasta ahora desconocidas hasta que llegó el día en que se materializó lo que ambos siempre quisieron.

El lugar es complicado de describirlo, blanco todo con grandes ventanas que permitían la entrada de la luz del sol. Sentados de frente deciden decirse todo lo que “el tiempo tuvo para ellos”, las lágrimas se quedaron ocultas en los ojos, los sentimientos irradiaron de manera automática, y las energías se fundieron para que el adivino encontrara el momento perfecto para cumplir con aquella petición onírica que ya hacía algunos meses le habían encargado. Ella hablaba mucho y en un tono tan correcto y perfecto que el adivino sabía cuando eran mentiras las que hablaba, sin embargo y aunque ella, la ratona, le hubiera pedido que no lo quería volver a ver él la tomó en sus manos para que se rindiera y expusiera todos los motivos que no los dejaban ser eso que siempre habían querido ambos. Finalmente ella no queriendo utilizó su diminuto cuerpo para retirarse de los brazos de aquel adivino pidiéndole no le hiciera más daño. La ratona desviando su mirada trató de evitar al humano, pero una fuerza incontrolable hizo que él la volviera a tomar en sus manos para cumplir lo prometido, encomienda complicada de hacer puesto que el cuerpo de la ratona era tan pequeño que lo único que pudo hacer fue darle un par de besos en la frente y dibujarle con el dedo pulgar derecho una cruz a aquel precioso ser que cerró la comunicación con un complicado hasta pronto.

DICE EL ADIVINO: Hermosura, preciosa, linda. En los siguientes días tengo un compromiso con la vida, tomaré una ruta larga que me llevará a un lugar que había estado esperando por muchos años. Aunque haya ratones de los cuáles te enamores en repetidas ocasiones me pongo a tus pies para decirte que sinceramente haré todo lo posible por regenerar nuestro contacto, no te puedo perder pero tampoco te puedo detener. Haz lo que tengas que hacer y espero que no pase nada que nos aleje más, francamente deseo verte pronto porque muchas cosas se quedaron sin hablar, espero sea recíproco. También debes saber que en nada cambiaron las cosas, me siento tan fascinado contigo como cuando te vi por primera vez. Ten éxito en tu vida, en esa vida donde espero estar en corto tiempo. No te vas ni físicamente de mí, todavía muchos olores me recuerdan a ti, cualquier detalle es motivo para recordarte. Rezaré por ti todos los días venideros hasta que nuestra voluntad nos junte de nuevo. Espero verte llegar por donde te vi alejarte. El anciano te manda un abrazo. Esto no se ha terminado. Hasta pronto.

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