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jueves, 20 de mayo de 2010

Woodstock

La herencia que dejarás, ser un tipo acultural.
Que vive del pasado acordando que aun existe el amor y la paz.
No te creíste el mito del cristianismo y su misticismo, hoy dices que tu vida es como el budismo.
Vas a Guanajuato en un rato de soledad para ocultar tu pésima cotidianeidad.
Cargas un libro bajo el brazo que has ignorado y nunca has hojeado.
Dices que la literatura es la hechura de la dulzura que sólo inspira una musa, pero aún así, sigues en la luna.
Insinúas que la cultura sólo es pintura, arquitectura, y sólo algo de música.
Siembras árboles en un paisaje que tú mismo has contaminado, con tu ideal de seguir creyendo en amor y paz.
Te tomas fotos con indígenas y alter mundistas, para subirlas a tu red social y presumirle a tus amigos que eres sensorial.
Lo reitero, te sientes un oriental en instituciones como la familia occidental.
Usas rastas, dices sentir los chakras y eres sólo una cáscara.
Vas a la playa y fumas "juana" ohh así llamas a la marihuana.
Tus amigos te hicieron creer en la revolución sexual y eso tú lo tomaste muy natural...
ahora tienes que mantener a una criatura, con tu poca hechura, gracias a tu aparente locura.

Escrito por: Peqenho Manolo

Pseudomarxista

Dices que te gusta Mafalda y el Ché Guevara.
Que te desagradan los falangistas, fascistas y nazistas.
Por ahí se dice que te dices marxista, trotskista y maoísta.
Te crees singular por criticar a una sociedad, que ya más criticada no puede estar.
Casi una pieza inigualable que ni Lila Downs ha tocado o entonado.
Cuando te sientes afligido, te sientes existencialista, una breve inspiración de tu pobre innovación y tu grata imitación.
Tu vocabulario está plagado de frases como: malditos capitalistas, putos globalistas, pendejos coorporativistas e idiotas autoritaristas.
Te limitas a decir que de fondo eres un artista y sentimentalista.
Quedas mal sentado en Coyoacán.
Quedas mal sintiéndote en libertad.
Quedas mal entonando a Lila Downs.
Quedas en pique sintiéndote bolchevique.
Quedas cojo sintiéndote rojo.
Te puedo decir que eres un marxista que abrió una vez El Capital en su vida.
Un materialista con mas inclinaciones productivas que las de un burgués idealista.
Un ser humano que se siente racional por que trata de ser diferente a los demás.
Escrito por: Pequenho Manolo.

viernes, 14 de mayo de 2010

Dependencia

La dependencia en sí puede aceptar muchas y diversas definiciones, así el término puede significar: subordinación a un poder mayor e inclusive la misma situación de una persona que no puede valerse por sí misma. En fin, este ensayo sólo se tratará de una situación de dependencia hacia la pareja en el noviazgo como resultado de un miedo a la soledad.

Cuando uno tiene un noviazgo somáticamente encuentra reacciones que, en el caso de primicia, nunca antes había sentido tales como las dichosas mariposas en el estómago, sudoración en las manos, temperatura corporal alta, entre otros. Psíquicamente uno se siente perfecto, completo, a tope, full. Socialmente uno se ve reconocido y lo más importante: acompañado.
Eso y muchas cosas más suceden cuando uno se siente dependiente de una persona, de una que quizá porte una máscara o dos. Ahora me compete escribir sobre lo que no se es, sino lo que se ve. Aparentemente uno va de la mano de su pareja, feliz, empático, con el corazón palpitando rápidamente. Supuestamente uno ha encontrado a su pareja ideal, aquella que te escucha cuando estás mal, la que te dice que sí a todo, la que te abraza cuando no lo necesitas…esa relación, como casi todas, está condenada al fracaso ya que al menos en mi opinión creo que una conjunción está basada en una ley que quizá no está escrita pero que todos la debemos saber: La relación marital y/o de noviazgo se trata no de ser empáticos al cien, sino de ganar y perder, es decir, se reduce a la adaptación de las costumbres y del ser de la otra persona. Si de plano no estás dispuesto a hacerlo tu relación se ve forzada a la misma adaptación de una manera no prudente y violenta.

Quizá es complicado entender o más bien soy demasiado estúpido para explicarme, pero para hacerlo más facilito lo aterrizaré a un ejemplo. Hay ciertas parejas que llevan muchos años en el noviazgo, a través de éste, han pasado cosas difíciles tales como el engaño de uno o de otro. Pues bien, la cuestión es que él es el que normalmente engaña a ella con quien se le cruce en frente. Es normal lo único que refleja es una onda de inseguridad, pero ese no es el caso del ensayo. Entonces ¿Qué hace ella? Pues perdonarlo. Pero ¿Por qué? Pues por el simple hecho de no verse sola, de no sentirse tachada por los demás, por tener un hombre, porque sabe que él es el hombre de su vida y por muchas otras cosas que quizá ustedes sabrán.

Así es que usted preciado lector ahora sabe que si su novio(a) decide dejarlo es porque ya no es necesaria su presencia somática y mucho menos psíquica y si lo aplican de manera inteligente podrán salir con quien quieran con el simple hecho de aparentar empatía sensibilidad.

Lo más importante es recalcar que en sí los seres humanos le tenemos un miedo a la soledad, creo que antes era a una soledad somática de otra persona, ahora creo que dicha soledad se traduce a no verse solo ante los demás. En fin, esto es lo que creo y quizá no tenga ni tres palabras de cierto o quizá deba escribir más sobre esto.

Carta a mí, padre:

Tú para mí no eres mi padre, cuando te necesité no estuviste; me dejaste solo en las peores de las circunstancias. Lloré, reí, gané, perdí y tú nunca supiste nada de eso. No esperes nada de mí, ni siquiera un abrazo. No te odio, te agradezco por haberme creado pero de ninguna manera pienses que hiciste lo correcto.

Me humillaron y nunca me pudiste defender; mientras tú festejabas yo lloraba. Mientras tú reías yo me entristecía. ¿Qué habrá sucedido? A caso fue mi culpa, será que yo fui la razón por la que dejaste a mi madre. Dime si soy el culpable de todo esto.

Éramos la familia perfecta. Tú trabajando, yo estudiando, mamá en casa. Se sentía la armonía del hogar. Yo sé que a veces los adultos tienen diferencias pero ahora estoy empezando a creer que el responsable de todo soy yo. Me siento terrible al pensar esto, pero cada que recapacito sobre esto sólo llego a una conclusión: Fue mi responsabilidad.

Cada vez que me levanto y veo que mamá ya no está en casa por sus múltiples ocupaciones me pregunto: ¿Por qué hiciste eso? Nunca he encontrado una respuesta a esto y lo peor es que me sigo echando la culpa. Espero que algún día alguien me ayude a entender que son cosas que suceden en algunas familias y que no hay culpables. Yo sé que nada tengo que ver en esto pero aun así no puedo dejar de pensar en lo que nos hiciste.

Ser padre no se trata de dar regalos, ordenes, dinero o cosas materiales. La paternidad significa todo para un hijo, es: dar un regaño a tiempo, decir las palabras correctas, descubrir el mundo con los hijos, dar un apapacho, cuidar en la enfermedad, disfrutar en un cumpleaños, dar todo por los tuyos. Creo que tú no cumpliste con nada de esto. No importa. Tú para mí no significas mucho.

Dentro de todo lo malo, también me han sucedido cosas buenas. Gracias a tu partida forjé un carácter sólido y diferente al de los demás. He aprendido a vivir solo y a no sufrir por cosas superfluas. Entendí lo que es el amor materno sin que nadie me lo haya enseñado. Y por supuesto lo más importante para mí: tengo un criterio propio y no soy como tú.

Sabes, algunas veces recapacito y me pregunto qué es lo que hubiera sido de mí contigo a mi lado. Antes lloraba y me lamentaba, ahora me rio y disfruto de lo que soy. Todo lo he hecho por mí mismo. En poco, casi nada me ayudaste. Te perdí y tú me encontraste pero yo no logro reconocerte.

Padre, espero que algún día te sientas orgulloso de mí, tú para mí no eres un amigo sino un extraño. Me olvidaste y yo no puedo pagarte con la misma moneda. Espero que algún día leas esto y notes cuánto me hiciste falta. Ahora ya no te necesito; antes me hacías daño, ahora espero de todo corazón que seas feliz en tú nuevo mundo.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Transpirando superficialidad…

Eran las once y media de la noche, había tenido un día muy ajetreado: trabajo, escuela, tránsito vehicular, pagos, recibos, tarjetas, cheques…abrí mi puerta, dejé el saco en la sala, aventé las llaves del carro en el sofá, subí los escalones de casa, abrí la puerta del cuarto, abrí la ventana y me aventé a la cama individual. Habrán sido aproximadamente las dos o tres de la mañana cuando comencé a soñar con algo que me parecía cierto y conocido, con eso que a algunos nunca nos llega, con un cuerpo perfecto.
Dentro de un clima cálido, una plaza pública y un montón de personas desconocidas volteé súbitamente a un punto que hasta ese momento era el preferido por todos los presentes. Se alcanzaba a notar una pareja. Una de esas que te da envidia nombrar, a las que les auguras en fracaso rotundo matrimonial, una de esas parejas que te gustaría ser. Creo recordar estar sentado en la base de un árbol, todos los demás me veían y hablaban de mí porque era el único que ya no prestaba más atención a la pareja. Me señalaban y cuchicheaban, los niños se alejaban de mí, no tenía prácticamente nada. Como por arte de magia me llegó una pluma y un papel muy grande en el que decía: descríbenos. Asombrado por el acontecimiento no me quedó de otra más que hacerlo. Para ese instante me encontraba iracundo e idiota, sólo pude reflejar mi pesar.
Comencé con los detalles físicos, después con la cuestión psíquica y terminé con su simetría. Hice un estudio estúpidamente complicado hasta que me dije: Basta, lo mejor será pensar en su superficialidad corporal. Me di mi tiempo, respiré e inicié. Sólo me fijé en ella, en su aparente superioridad. Toda ella era perfecta, era simétrica, era alta, era aria. Por algún motivo, en un principio sólo la pude ver de frente, de pies a cabeza. Era un perfecto ejemplo de estética.
Seguí con mi estudio por varios días, algunas de las personas que se reían de mí, me comenzaron a envidiar. Entre ellos decían que no podía ser posible que yo, ese ser ruin y despreciable tuviera la tarea de describir la exquisitez. No me importó pues ese concepto me parecía relativo. En fin, seguí y proseguí hasta que por fin llegó el tiempo de la espalda. Al hacerlo vaya impresión, toda su espalda contenía una leyenda que a la letra decía: Stop, maybe im physically perfect, but you gotta know that my soul is rotten.
Me acerqué por primera vez a ella a una distancia no mayor de un metro. Platicamos y me confesó que en sí ella era todo un espejo, un holograma cansada de recibir elogios que sabía inútiles pues según ella de elogios no podía vivir. Desperté y me sentía desesperadamente cansado. Intenté conciliar el sueño y fracasé
Las siete de la mañana. Sonó el despertador, me levanté de la cama, me bañé e hice todas las demás cosas relativas al hogar. En fin, llegué a mi escritorio de nuevo, vi lo que tenía por hacer…me recosté en mi silla ejecutiva y vi a la secretaria del jefe, inmediatamente le pregunté: ¿Qué hace señorita Hugues? Transpirando superficialidad.

jueves, 6 de mayo de 2010

Zapatos

Vagando por los pies de mis compañeros me di cuenta que uno no se había tallado bien su talón y porque no traía calcetines me percaté de ello, posteriormente vi zapatos, tenis, guaraches, botas, sandalias, zapatillas, tacones del 5 y un par de alpargatas. Como la clase estaba muy aburrida y hacía un calor equiparable con el del quinto círculo del infierno de Dante no me quedó de otra más que remitirme mentalmente a otro lugar.

¿Cómo era mi nuevo lugar? Chido, tranquilo, con muchas piernas, muchos pares de zapatos, de muchos colores, estilos, tamaños, feos, bonitos, exóticos, comunes, ortopédicos, con lucecitas en el talón, con decorado, de piel, sintético…súbitamente desaparecieron las piernas, los pies, los empeines, los dedos, las uñas, la mugre…solo me quedé con muchos pares de zapatos, pasaron días, meses, años; tuve una relación enfermiza con un par de mocasines que traían una etiqueta de Liverpool ($3,500), nos separamos, rompimos, le grité, me ignoró, tronamos…luego me vino a la mente la idea de volverme pacifista y me puse unas alpargatas, la verdad es que eran cómodas y verdes, también rompimos, en ese momento creí que el podrido era yo. Después conocí a unas sandalias, blancas ellas, de un material cómodo, bonitas, con un cocodrilito… ¿Les confieso algo? Sigo viendo a ese par de sandalias y ¿Les digo otra cosa? No rompimos, sólo nos dimos un tiempo. Pues bien, así vagué y probé y me medí e incómodo me sentí. Llegué con las botas, todas ellas muy artesanales, muy simples, muy obvias, muy muy. Pasé corriendo y vi a los tenis, ahí me estacioné mucho tiempo probé con muchos de ellos, me vi inmerso en una dependencia, me vi obligado a gastar mi dinero en ellos, tuve que ir con el podo-psicólogo para que me dijera que dejara de verlos; me costó tiempo pero entendí.

Tuve un momento de contemplación, me detuve a observarme y ver qué conmigo, qué me estaba pasando. Me di cuenta que en sí todos los zapatos sirven para lo mismo, todos nos protegen del suelo, del suelo caliente, del suelo frio, del suelo rasposo, del empedrado…sonó mi teléfono y tuve que regresar mi mente a mi cuerpo, contesté y era un tacón. Me citó en su casa, acepté, fui y me arrepentí. Me gritó, se me abalanzó, me golpeó y yo me reí, al mismo tiempo que me reía también me preguntaba ¿Por qué un tacón me está golpeando de esta manera? La detuve, momentáneamente me di cuenta que no era yo quien la estaba deteniendo, sino mi par de tenis. Los mismos que el podo-psicólogo me había recomendado dejar, los mismos que me produjeron comezón, los mismos que me causaron sudor.

Todo terminó. Prendí el carro, el zapato aceleró, freno, aceleró y aceleró. Llegué a casa, tomé mis llaves, abrí la puerta, cerré la puerta, tiré el saco, me quité el cinturón, me senté en el sofá y me quité el tenis…me puse las pantuflas, me las quité y me dije a mí mismo: ¡Ah qué bien se siente andar descalzo!
Con dedicación a: Annia Barraza Castañón.